martes, 4 de marzo de 2008

EL AMANTE HARAGÁN


Andrés lamía incesantemente el sexo de Joanna. Este, que en un principio había estado mojado por la emisión de flujo, ahora estaba vagamente húmedo, y hubiese estado totalmente seco de no ser por la lengua de su joven amante, que desde hacía un buen rato se movía en vano dentro de una boca pastosa y ya casi seca. Andrés lamía y lamía. Joanna no aguantó más y lo interrumpió, plegando sus piernas.

-Che… creo que ya fue.
Andrés se arrodilló sobre la cama, frustrado.
-La verdad no sé qué pasa, hace como quince minutos que te estoy chupando, ¿Qué onda? ¿Te cuesta mucho acabar?
-No es eso.
-¿Qué es entonces?
-No sé… siento como que lo hacés de una manera muy mecánica, ¿Me explico?
-Mmmmm…
-Mirá, por empezar, ¿Sabés dónde tengo el clítoris? Mirá, es acá.
Joanna volvió a abrir sus piernas y se señaló el clítoris.
-Además, parece como si no lo disfrutaras. Se supone que tenés que jugar un poco, qué sé yo… hacé círculos con la lengua, explorá, no sigas haciendo el mismo movimiento a no ser que yo te diga, y no uses sólo la punta de la lengua; además podés ir cambiando la presión y la velocidad con la que me chupás, ojo, sin hacerme doler, igual yo te voy a ir diciendo; y empezar chupando por los costados, en el surco que hay entre acá y acá alrededor de la vagina, y también por sobre el clítoris pero sin tocar de lleno, ¿Ves, acá, donde empieza la montañita? Bueno, ahí.
-Ajá…
-Y otra cosa: abrí los ojos ¿O te desagrada mi concha?
-No es eso. Es que trato de concentrarme…
-Esa es la cuestión, lo ves como si fuera un trabajo, como si estuvieses arreglando un aparato. Yo no soy un robot, Andrés. No soy un robot. Si lo ves así nunca te vas a relajar, y yo noto cuando no te relajás.

-¿En serio lo notás? Sorry, disculpá, bah qué sé yo. Ahora ya se me fueron las ganas.
-¡Pero si ni tenías ganas, nene! ¡Lo único que querías después de acabar vos era dormir! ¡Te dije que prefiero empezar con esto antes, pero vos no te podés controlar y encima acabás al minuto y medio!

De repente, golpearon la puerta. Era la madre de Joanna, con el desayuno.

-¡Mierda, si mi vieja nos descubre me mata! Rápido, vení, escondete entre mis piernas.
-¿Ahí querés que me esconda?
-¡Sí boludo, dale! Así de paso te familiarizás un poco con lo que es el cuerpo de una mujer…

Andrés se estiró sobre la cama y Joanna abrió las piernas todo lo que pudo. Lubricó su vagina con un poco de gel medicinal Vick Vitapyrena, lo único que tenía a mano. Primero entró la cabeza, luego los hombros. Lentamente y a los empujoncitos, la joven fue introduciendo el cuerpo púber de su inexperto amante dentro de su propio cuerpo. Una vez adentro, Andrés escuchó resonar la dulce voz de quien lo resguardaba en sus entrañas.

-Está bien, no es necesario que te quedes en posición fetal, no me duele tanto. Yo te aviso cuando puedas salir.
- ¡Ok!

Andrés se puso de pie y comenzó a caminar. Estaba todo oscuro y húmedo. Hacía calor y olía raro. Le pareció estar dentro de una enorme y extraña gelatina. Los ruidos provenían de todas partes. Zumbidos, puntadas. Pero la oscuridad era total. Se tropezó con algo que no alcanzó a distinguir. Más que una enorme gelatina, aquello se asemejaba a un bosque, un bosque cuyos árboles eran tan majestuosos que ninguna luz podía penetrarlos. Tuvo la impresión de estar caminando barranca arriba. El horizonte era indiscernible y por lo tanto no sintió claustrofobia, mas el paisaje era bien distinto al que él había imaginado. Gritó el nombre de Joanna, pero no obtuvo respuesta. Buscó la abertura por la que había entrado, pero no la encontró. Estaba perdido. Toda noción del tiempo se desvaneció y sus ojos estaban abiertos, aunque hubiese sido lo mismo mantenerlos cerrados. Se preguntó si ser enterrado vivo sería similar a lo que estaba viviendo. Se desesperó. Siguió llamando a Joanna, pero la joven nunca respondió. Siguió caminando. Probablemente sólo había caminado algunos metros, probablemente habían sido kilómetros; pero estaba seguro de no haberlo hecho en círculos, ya que cada vez más cerca se escuchaba el correr del agua, o algún otro líquido. Sus dedos ya no se sentían como dedos. Tampoco estaba seguro de sus pies. Quizá en el transcurso de su recorrido había dejado de ser humano.

Quizá ya no soy humano, entonces ya no estoy solo, pensó. No soy un extraño ante todo lo que me rodea, que sigo sin saber qué es pero que ahora siento más cerca. Yo soy parte de esto, sabiendo que en algún otro momento no lo fui. Sigo siendo conciente de eso, al menos por el momento. No lo olvidé y desde luego no estoy soñando. No sé cuánto tiempo ha pasado, ya todo parece tan lejano a mí, y difícilmente pueda importar ahora. Pero aun recuerdo que hay algo allá afuera, algo a lo que quizá pueda volver, mas eso ya no depende de mí.

Sin pensar más, se dejó abrazar por un sueño bello y profundo, y se quedó dormido.